Opinión

8 de marzo, ¿hay algo que celebrar?

Por Ricardo Madera Simanca

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El 8 de marzo, aún recuerdo cómo era una efeméride de estricto cumplimiento en el colegio. En primaria, eran claveles, y en el bachillerato ya eran rosas, frases, décimas y el acto cívico. Todo, para “celebrar” el Día Internacional de la Mujer.

De las enseñanzas que me ha dejado la Defensoría del Pueblo, fue el entender que esta fecha no se celebra, se conmemora.

Es un reconocimiento a una lucha histórica que aún no ha llegado a su fin. Si queremos lograrlo, quizás un aporte importante es reconocer que las mujeres no la han tenido fácil. El camino recorrido para adquirir derechos civiles, y luego políticos, entre otros, ha sido más complejo que atravesar el tapón de Daríen. De tal manera que también en este recorrido muchas lucharon, sufrieron heridas, se perdieron e incluso entregaron sus vidas para que unas pocas alcanzaran sus sueños y mejoraran las condiciones, que insisto aún no alcanzan el ideal al día de hoy.

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Esta es una dura realidad. El 8 de marzo, al igual que todos los días del año, debe ser un llamado a la sociedad para cerrar filas y evitar que exista ni una mujer más sufriendo o viviendo cualquier expresión de violencia, y ni una menos victima de feminicidios.

Es crucial fomentar cambios en el paradigma como las nuevas masculinidades, y procurar desde las entidades del Gobierno el cumplimiento de la Ley 2126 de 2021, que exige al menos una Comisaría de Familia por cada 100 mil habitantes para asegurar la prevención, protección y restablecimiento de los derechos de las víctimas de violencia de género en el ámbito familiar. Además, la implementación de la Ley 2215 de 2022, en conjunto con la Ley 1257 de 2008, es crucial y urgente para proteger a las mujeres víctimas de violencia en todas sus formas. Cada municipio debe contar con una Casa de Refugio, especialmente en aquellos con altos índices de violencia contra la mujer. Esta medida garantizará una atención integral desde la solicitud de protección hasta el seguimiento posterior, ofreciendo un ambiente seguro y apoyo emocional a las víctimas y sus familias.

Estas acciones contribuyen desde lo poco, y cuando se salva o se logra la protección de la vida y los derechos de una mujer, es en realidad mucho. Todos estamos llamados al cambio, a ir más allá de la celebración romántica del 8 de marzo, lo cual es válido, solo si sumamos en entender y reconocer la lucha que ya no puede ser solo de las mujeres, sino de todos por ellas y sus derechos.

Las mujeres han luchado y siguen luchando por sus derechos en todos los ámbitos de la vida. Es necesario seguir defendiendo la igualdad salarial, eliminar el “techo de cristal” que limita su ascenso laboral, mejorar el acceso a la educación superior, redistribuir las responsabilidades domésticas de manera equitativa, y romper con los estándares de belleza irreales y perjudiciales.

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Solo mediante la unidad y el compromiso de toda la sociedad podremos lograr un verdadero cambio que proteja y promueva los derechos de todas las mujeres. Es hora de actuar, de levantar la voz, de apoyar a las mujeres en su lucha diaria por la igualdad y la dignidad. Juntos, podemos construir un futuro más justo y equitativo para todas. Por un mundo donde ninguna mujer sufra. De todos depende el ¡Ni una más, ni una menos!

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