Opinión

Persistir o Desistir

“Susana es emprendedora y modista, tiene tres hijos de 9, 14 y 18 años, se separó de Antonio su esposo hace 5 y hasta la fecha él no le ayuda con los gastos de los niños, le dice que no tiene empleo fijo y que a duras penas sobrevive: “Espera Susana, espera, vamos a ver cómo me va este mes” es la respuesta siempre, ella no le insiste, prefiere esforzarse un poco más para sacar adelante a sus hijos.

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Susana se levanta a las 5 am, hace desayuno y despacha los niños para el colegio, acto seguido se sienta en la maquina de coser a atender los pedidos pendientes, algunos vestidos los diseña ella misma otros se los encargan sus clientas. Marcela su hija mayor, la ayuda con el corte, sueña con ser diseñadora y esta estudiando para ello.

A las 2 pm ya el almuerzo esta listo, los niños llegan del colegio almuerzan y luego Marcela les ayuda a hacer tareas mientras su madre sigue cosiendo. Llega la hora de la cena que algunas veces la prepara Julia de 14 quien debe aprender las tareas de la casa para ayudar un poco a su madre y a su hermana mayor, mientras cenan y susana les habla a sus hijos de lo importante que es luchar por los sueños, Juancho de 9 años, pregunta a su mama:

– “Mami ¿Como sabemos que luchar por algo no es terquedad?”

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A las personas que no nos ha tocado muy fácil y a que a punta de muchos esfuerzos hemos logrado salir adelante, se nos dificulta diferenciar las situaciones en las que debemos persistir de aquellas en las que debemos desistir. Recuerdo que alguna vez, cuando mi hijo era pequeño y estaba en el difícil proceso de mejorar su letra a pesar de ser zurdo, yo le decía que no “tratara” de hacerlo sino que “lo hiciera”,  le ponía en la mesa un objeto incentivándolo a que “tratara” de agarrarlo con sus manos, de tal forma que si lo tomaba o no,  le reprochaba que ninguna de las dos acciones encajaba con el verbo “tratar” y que “tratar” era acercar la mano al objeto convencido de que no lo iba a coger, por el contrario si “quería y se decidía a  hacerlo, lo haría”,  él en su infinita sabiduría infantil me dijo:

– “mami, si yo quiero ser grande mañana ¿puedo?”

Y aunque nunca se le olvido la teoría sobre tratar/hacer/no hacer, ese día, su pregunta me dejo claro que muchas veces, no hay lugar a ella, que hay situaciones sobre las que no tenemos control.

Discernir sobre si  debemos luchar por algo, llámese: proyecto, sueño, meta, persona, etc; aprender a diferenciar lo que queremos, de lo que nos conviene o está predestinado para nosotros; decidir cuándo debemos entregarnos en cuerpo y alma hasta alcanzar lo que deseamos por encima del dolor, de las limitaciones o las pérdidas que en proceso debamos enfrentar, como Bethoven con su sordera o Hawking con su incapacidad física  o cuando debemos desistir y aceptar la derrota; descubrir  que cosas cubre la Fé y  cuál es el momento en que empieza la terquedad , ese es el dilema.

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Yo creo que todos los caminos no llevan a Roma sino a Dios, en el están todas las respuestas: “Confía en el señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento” Prov. 3-5.

Si confiamos en su voluntad y buscamos la forma de actuar conforme a ella, pase lo que pase, tenemos la garantía de que viviremos los procesos necesarios para que con cualquier cosa que nos suceda, aun si en algunas ocasiones no es lo que queremos, se cumpla su propósito en nuestra vida.

 

Susana contesto a su hijo: “Ora mi amor, ora, Dios siempre te mostrará el camino por el que debes luchar y obstaculizará aquel en el que no debes insistir”. Su sueño no es ser una gran modista, es sacar a sus hijos adelante y lo esta logrando. Al día siguiente se repite la misma rutina ye n casa de Susana se siguen cosiendo sueños entre enseñanzas y comidas.

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