Opinión

La Nación Huerfana

Nos dijeron en tono de advertencia que estábamos en guerra con un virus peligroso, y que si no tomábamos las medias necesarias, con seguridad seríamos los perdedores. Esta cátedra fue suficiente para crear pánico y así obligarnos a aceptar el autoritarismo político y del gobierno. Hace un par de días, mientras nos informaban sobre el incremento exponencial de los contagiados por Coronavirus y en medio del discurso nos señalaban como irresponsables e indisciplinados, al mismo tiempo se nos instigó a que de forma masiva saliéramos a comprar productos sin IVA, productos a los que sus precios se habían incrementado previamente entre el 15 y el 100%. Explícitamente nos vendieron la idea que la situación sobre el COVID-19 era una guerra. Pero las aglomeraciones del viernes 19 de junio, prohibidas específicamente en los decretos presidenciales, fueron promovidas por el gobierno y el sector privado más poderoso como una fiesta cuando la “guerra” todavía no termina. Lo paradójico de esta situación es que al día siguiente se desplegó en varios municipios la fuerza pública y militar para disciplinar a la ciudadanía, y volvieron al ruedo los toques de queda. No hay la más mínima coherencia en este proceder.

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Los tres días sin IVA se establecieron en la última reforma tributaria, de origen gubernamental, medida realizada como un contentillo para aplacar el voraz rechazo del aumento de este impuesto al 19%. El primer día sin IVA es en realidad una medida irresponsable y de desprecio por la vida que nunca imaginamos ver. No creíamos que este saqueo al bolsillo de pobres y sectores medios tuviese una dimensión de compensación peor, al convertirse en un día de potencial fuente y cepa de contagio. Fenalco impulsó este día a toda costa, los medios de comunicación le dieron una enorme publicidad, todo se orquestó con la aprobación del Gobierno. La responsabilidad principal se les dejó a los gobiernos locales; y lo que responden frente al horroroso espectáculo que se dio, es que no promovieron la jornada de manera adecuada.

Esta afirmación es la prueba fidedigna de la falta de gobernabilidad. Algunos con desfachatez afirman que los únicos responsables son los ciudadanos.

Los que hoy gobiernan son los verdaderos irresponsables, mienten y desprecian a los ciudadanos. A las personas se les señala contundentemente de no obedecer al gobierno. Pues bien, en esta ocasión sí lo hicieron; y, sin embargo, la culpa de las aglomeraciones es toda de la ciudadanía. Para resumir, el gobierno descarga todo el peso culposo a los ciudadanos por obedecerle. Este panorama es la muestra palpable de la ausencia de gobierno. Los contagios por Coronavirus crecen por las incoherencias del gobierno, su gestión y administración dan una muestra de ello.

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El confinamiento al igual que las aglomeraciones han sido propiciadas por el gobierno, a esas son las incoherencias que me refiero en esta columna. Extrañamente las aglomeraciones suelen demostrar que el pánico hacia el contagio no es extremo.

La manipulación, las amenazas, la coacción y coerción, que ha utilizado el gobierno no han sido las mejores aliadas para combatir la crisis provocada por el Covid-19. Se debe voltear la mirada a la inclusión y buscar la equidad. No cabe duda de que las élites del país han propuesto un modelo de reactivación económica que pone por encima esta actividad que la propia vida, enviando a los sectores vulnerables y estratos bajos como peones, a ponerle el pecho a la brisa, y estar mucho más expuestos con tal de recuperar su economía. La propia economía devoradora que ha desaparecido de a poco a los pequeños y medianos comerciantes y emprendedores.

La triste realidad de esta pandemia es que el Estado se ha dedicado a cuidar más los intereses y capitales privados, no a gobernar en beneficio de los ciudadanos y de la VIDA.

Javier Araújo Morelos

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