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Sin muerto no hay corraleja: ¿Tradición o barbarie?

La mayoría de las creencias, pensamientos y culturas no han sido creadas por ti, siento que proviene mucho de la sociedad en la que naciste y de las personas más cercanas e influyentes en tu niñez, es menester revisarlas para reestructurarte como persona.

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Hace poco leí sobre la “violencia simbólica” definida por un sociólogo francés como la agresión que no se percibe como tal porque es ejercida en un escenario de unidad, las corralejas simbolizan furor, euforia, alegría y normalizan la violencia que la envuelven en papel celofán con una cartica de dedicatoria: la integración.

El simple hecho de que las corralejas sean una tradición no quiere decir que estén bien, siempre he manifestado que si así fuese, la esclavitud aún estuviera vigente porque también fue considerada una tradición. Personalmente he asistido a fiesta taurina, pero no como gusto, sino con la incertidumbre de saber que ocurre en medio del entablado, lo primero que percibí es la inseguridad de la estructura improvisada y lo que más me llamó la atención es que uno se siente como en un ambiente al mejor estilo del coliseo romano, donde los ricos desde la tribuna disfrutan como emperadores del sufrimiento de los pobres plebeyos mientras se enfrentan a un gladiador animal de media tonelada arriesgando sus vidas en medio de las corneadas y laceraciones.

Cuán “felices” son los hábiles capoteros y garrocheros cuando con el guiño del adinerado ganadero reciben la orden de abalanzarse contra el toro sabiendo que pueden terminar en la puerta de San Pedro y es que también los entiendo, la mayoría de malabaristas en este circo de sangre son jornaleros que se ganan veinticinco mil pesos promedio al día y ven una gran oportunidad en ganarse ciento cincuenta mil pesos en segundos por incrustar un par de banderillas o hacer recortes suicidas.

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Una frase célebre en la multitud que me dejó con un sin sabor fue cuando en medio de la faena gritaron con éxtasis: ¡Sin muerto no hay corraleja! ¡Sin muerto no hay corraleja!, como pidiendo un tributo para bautizar el encuentro.

Hasta donde hemos llegado como sociedad colombiana para considerar que la muerte trágica de un ser humano es motivo de alegría o tiene que ser el eje central de un esperpento de tradición. Entiendo perfectamente que mi escrito es impopular y más cuando es publicado en un medio local donde mucha gente disfruta de este salvajismo, pero si algo me caracteriza es decir las cosas como las pienso y creo correctas.

Mi razonamiento no logra comprender en lo absoluto como miles de personas ovacionan el fin de la vida humana como la obra máxima del espectáculo. Es hora de que esta tortura disfrazada de cultura llegue a su fin y no tanto por el bien de las personas que lo hacen bajo su responsabilidad, sino en defensa de los toros y caballos que son seres sintientes que experimentan dolor, ansiedad, sufrimiento y no pueden alzar su voz de protesta ante este cruel maltrato.

Ojalá la bancada animalista tomé más fuerzas en el congreso y no dejen hundir los proyectos de ley para prohibir las corralejas o al menos regularlas drásticamente, que el progresismo que tanto difunden siquiera defienda a los animales.

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¿Qué sería mejor prohibir o regular?

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