Opinión

Dialogando con el libertador

Por: Mario Sánchez Arteaga 

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El Presidente terminó el largo y ladrillado discurso desde el balcón presidencial, mientras la muchedumbre de personas gritaba arengas en favor a las promesas lacónicas que acababa de anunciarles. Al despedirse, volteó iracundo y extasiado consigo mismo, hizo señas a su secretario privado que nadie lo siguiera, mientras todo el sequito de militantes de su gobierno le aplaudían en calle de honor por el largo pasillo mientras el autoproclamado caudillo se dirigía solo a su despacho.

Entró más alucinado que nunca, se sentía un rey, el nivel de favorabilidad estaba en un 71% y las bases populares le hacían altares en los barrios con cientos de velas a su imagen caricaturesca similar a la del revolucionario Che Guevara. Colocó seguro a la puerta, se sirvió un trago a la roca de ron Havana Club del más añejado, enviado por Fidel. Se sentó en la poltrona donde nadie más lo podría hacer, tomó el primer sorbo y comenzó a hilvanarse en su propio yo.

Sabía que iba arrasar en la constituyente que recientemente habría convocado, inmerso estaría un artículo que le daría la oportunidad de perpetuarse en el mandato, atribuyéndose facultades que solo un hambriento de poder se atrevería a endilgarse. En el fondo se seguían escuchando las arengas de una plaza atiborrada de personas de estrato 1 y 2. Y cómo no, si acababa de prometerles 300 mil viviendas gratis, salario mínimo para un millón de desempleados y pensión para los ancianos que nunca lograron cotizar. Adicionalmente subsidiar toda la educación superior pública de la nación.

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El presidente miró de reojo a su costado derecho, vio el visaje de alguien más en el lugar, sintió que lo miraban y con cierto temor volteó a buscar al intruso. Evidentemente se encontró con una mirada melancólica y diáfana de un hombre semi espelucado, con pose de cierta aristocracia y vestimenta de antaño.

  • ¡Bravo! debes estar sintiéndote como el más más de toda la Nueva Granada, o mejor, de toda Latinoamérica. Qué poder de convocatoria y carisma infundes en el pueblo. Sabes mucho de historia patria, convences con toda esa sarta de mentiras que ni tú mismo te crees-  le dijo el intruso mientras le aplaudía con cierto cinismo.

 

  • Quién eres y qué haces aquí, cómo carajos entraste- preguntó el Presidente.

 

  • Entré por donde me iré. Has convertido esto en una fortaleza que es imposible humanamente permearte. Dices ser del pueblo, pero estas muy distante. Críticas la oligarquía y vives como ellos. Tu familia y esbirros colaboradores no son el reflejo de esa retórica barata anti clasista que tanto pregonas- recalcó el intruso.

 

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  • Ultima vez que te pregunto…quién coño eres-

 

  • Soy Simón Bolívar, me mencionas a cada instante y no me reconoces-

Las manos del Presidente comenzaron a temblar y el vaso a la roca del ron habanero se desbordó, regando un poco de su sustancia en el pantalón. Las arengas habían dejado de escucharse y poco a poco la gente se fue retirando con aquella esperanza milagrosa que el mesías de la política encarnaba.

El mandatario entró en shock, la lengua no le daba para hablar y las piernas se le congelaron. Estaba estupefacto. Pensó alucinar, pero volvió a mirar al intruso y con mucha dificultad exclamó – mi Libertador –

Sacó fuerzas en medio de ese estado de asombro y temor, se arrodilló en un gesto de excesivo respeto.

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  • No seas patético, párate y deja la lambería que nunca gusté de esas prácticas vergonzosas y características de los traidores, ni siquiera José Palacios, asistente y acompañante de todas mis luchas llegó a ese estado de adulación– afirmó Bolívar.

 

  • Pero…Libertador, qué hace usted aquí, este no es su tiempo. Usted ya hizo y mucho por la libertad de los pueblos de la América Latina. Es un honor tenerle en mi despacho y gozar de su gloriosa presencia-.

El presidente observa las botas y traje de la época del visitante, hizo un escaneo minucioso para mandar a confeccionar uno para el día de la independencia.

 

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  • No estoy aquí por gusto propio, me enviaron a dialogar contigo. Te estás equivocando garrafalmente. Vives evocando mi nombre en tus propuestas y consignas, que, de hecho, están lejanas a la esencia de mi legado. Te dejaste secuestrar por el poder, el dinero te ha seducido y quienes te rodean no le interesan tus ideales sino aprovecharse de la ingenuidad que posees para enriquecerse y chupar de la teta del estado como ternero huérfano en sequía.

 

  • Libertador, desea un wiski, vino, café, comer algo? Tengo ron añejado enviado desde Cuba por nuestro gran comandante Fidel.

 

  • Gracias Presidente. Los muertos no bebemos, no comemos, no nos enamoramos, no tenemos sexo, no dormimos. Nuestro tiempo de placeres ya pasó. Y a eso he venido, a ver si re direccionas el camino de tu revolución. Hay cosas buenas, por supuesto, pero estas tomando otro rumbo y puedes perder el norte. Ah, el personaje de la isla no me lo menciones. ¡Hace rato perdió el año!

 

El Presidente ya había tomado confianza, la lengua poco a poco se fue soltando y las piernas tomaron la flexibilidad habitual. Pensó en pararse y avisarle a seguridad que prendieran la cámara ubicada en su oficina (casi nunca se prendía por la privacidad que exigía el mandatario), para que quedara el registro de semejante hecho histórico. Pero prefirió escribirle por el celular a su secretaria para que esta hiciera la gestión y no poner en alerta la emblemática visita.

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  • Libertador, por qué es tan duro conmigo, soy su mayor discípulo en el continente. Mis políticas están destinadas a brindar servicios públicos para mejorar las condiciones económicas, culturales y sociales de nuestros pueblos. La salud es gratis, la educación, vamos hacer la mayor apuesta en vivienda digna para los pobres. Pensé que todo esto era de su agrado.

 

  • Nada de eso es malo, pero no todo es válido para lograr los objetivos revolucionarios. Primero revisa quiénes te rodean, aquellos que criticaste y eran sátrapas de la política, pero desde que entraron a tus filas los bautizaste de impolutos. Hiciste pactos por debajo cuerda con la delincuencia, con narcos que tienen licencia para traficar en zonas francas a su antojo. Acogiste a corruptos y ahora te francachelas con ellos en cocteles, utilizas el erario de la nación para apoyar campañas en otros estados y apoyas a sicarios revolucionarios que se hacen llamar guerrilleros. Eso no está bien. Cumple tu mandato tratando de llevar al máximo el bien común sin corruptos ni criminales. Tu sabes de qué te hablo.

¡Eres como un cardenal que hace pactos con el demonio para hacerse papa! Aunque llegue a pontificarse, su periodo destilará azufre y podredumbre –

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El Presidente se entristeció al ver semejante concepto que tenía su mentor político del proceder administrativo hasta el momento ejecutado. Miró por la ventana mientras tomó el ultimo sorbo de ron que le quedaba en el vaso. Al tiempo, con cierta irreverencia le respondió al libertador – Pero usted recibió mercenarios para enfrentar al ejército español-

  • No compares aquella época con esta. Antes los ideales estaban por encima de cualquier riqueza o vanidad mundana. Muchos de ustedes, no todos, los que se hacen llamar de izquierda o socialistas, son grandilocuencia en oralidad y deficiencia en la práctica. No por no tener las capacidades, es que caen en el mismo hueco de sus predecesores. Comienzan mansos y humildes con el pueblo y se terminan convirtiendo en dictadorzuelos que esconden riquezas en paraísos fiscales, critican el imperio gringo y envían a sus hijos a estudiar allá. No te salvas, mira lo que permitiste en que se convirtieran tus hijos, unos magnates con ínfulas de mostrar sus rolex y carros convertibles. No hay peor cosa que un pobre cuando adquiere dinero de mala manera y quiere hacerse al modus vivendi de los ricos. “El mono aunque se vista de seda mono se queda”. Te lo digo yo que estudié Lengua, Ciencia e Historia en Europa. Ojalá tomaran el ejemplo de Pepe en Uruguay –

 

  • Usted lo dice, los tiempos han cambiado, igual sus dinámicas y formas de hacer las cosas – acentuó el Presidente.

 

  • Los tiempos pueden cambiar, pero la ética y los principios deben estar ahí al lado de la historia en todo momento-. Debo irme, sentenció Bolívar.

 

  • Tan rápido Libertador? Cuándo podemos volver a dialogar y seguir escuchando sus sabios, aunque duros consejos. Permítame y me tomo una selfi para mis recuerdos. Le prometo que no la subiré a las redes.

 

  • No creo que me vuelvan a enviar, te deseo la mejor de las suertes y ojalá puedas sacudirte. Tanto sacrificio en demasía no es bueno, que no te pasé como a mí. Terminé muriendo de 47 años por una tuberculosis, joven, enfermo y solo. Los anales de la historia nos catalogan como héroes, pero no saben la infelicidad que carcome nuestras almas y los latigazos de la soledad que no cicatrizan. Buen viento, buena mar, Presidente.

 

  • Espere, por lo menos visíteme así sea en forma de pajarito. Le dejaré la ventana abierta todas las mañanas.

Al ver que Bolívar ya no estaba en el despacho presidencial, el Presidente revisó el celular para corroborar la selfi que había tomado y no encontró nada. Corrió a la oficina de seguridad para que le mostraran el video que mandó a grabar y tampoco encontró registro alguno de otra persona en el recinto. Solo se veía el monólogo de un Presidente loco y desquiciado de poder, hablando con sus fantasmas.

 

 

 

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