CórdobaOpinión

La solidaridad en tiempos de pandemia

En algunas reflexiones me he referido a las ideas que durante muchos siglos han permitido pensar la Cultura Occidental; entre ellas, la idea de dignidad humana, que es un aporte del cristianismo. La dignidad entendida en la concepción cristiana como amor al prójimo; amor entendido como esfuerzo, sacrificio y entrega por el otro, por los otros. Esta idea se materializa en el testimonio de vida de Jesús; quien fue coherente con lo que predicaba y hacía. Podemos decir que este es un ejemplo claro de solidaridad. Este mensaje cristiano sobre la generosidad, la caridad y solidaridad lo encontramos en muchos pasajes bíblicos que son la columna vertebral del cristianismo. Pero, el mensaje del cristianismo en cuanto a la solidaridad es claro, ella debe nacer de las conciencias y las acciones de cada persona, no debe ser impuesta. La expresión de solidaridad, cuando emana de la conciencia y la voluntad, es lo que realmente nos permite comprender el sentido de lo humano y la humanidad, en ella podemos encontrar la esperanza que nos indica que aún se puede no solo sobrevivir, sino seguir existiendo como especie. La solidaridad entendida no solo como valor, discurso, intención o buena voluntad; sino que la solidaridad es acción que emana de la voluntad consciente de las personas. En palabras de Kant, sería un imperativo categórico; es decir, el deber ser. Para este filósofo alemán, las acciones éticas no deben hacerse por que estén sujetas a condicionantes externos, ellas deben ser resultado de la voluntad consciente. De esta forma la solidaridad debe ser un imperativo explícito. El pensamiento kantiano, entorno al deber ser, es muy pertinente en la comprensión de la solidaridad. Este pensamiento se amplía y complementa con la concepción de la insociable sociabilidad humana; la cual, evidencia las tensiones inherentes a la condición humana que reflejan nuestras inclinaciones naturales al individualismo, egoísmo y rechazo de toda forma de autoridad; es decir, la insociabilidad que nos coloca en condición de vulnerabilidad social, que requiere precisamente de la sociabilidad, lo que en otras palabras significa vivir en comunidad, respetar normas, valores compartidos y ser solidarios.

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De acuerdo a lo anterior, se podría decir que en un estado de sociabilidad humana nos hacemos menos vulnerables y menos frágiles. Es aquí donde la solidaridad se convierte en un valor-acción cohesionante. Por ello, la convivencia en sociedad es frágil; independientemente de lo muy bien organizada y regulada que esté una sociedad. Su orden y funcionamiento social dependerá en última instancia de las voluntades individuales. En este sentido, sería importante defender la solidaridad como una dimensión natural que nos permite ser mucho más humanos y, sobre todo, es una condición social que hace posible superar el estadio de insociabilidad por el de sociabilidad humana. Las sociedades que entendieron la importancia de la solidaridad han sido las que han pasado profundas crisis materiales, espirituales y morales, quedando en condiciones de inviabilidad; pero, la fuerza que los impulsó y transformó fue la solidaridad. Basta con dar una mirada histórica para evidenciarlo. Fueron muchas las voluntades que se aunaron, pero lo que permitió cohesionarlas fue el valor de la solidaridad; sin ello, Europa no hubiese superado su estado de degradación social luego de la Segunda Guerra Mundial y, comprendido que se requiere de la sociabilidad humana para poder convivir.

Sin duda alguna, el colectivo social necesita de las voluntades individuales que estén orientadas para fines comunes compartidos y de vida justa. Pero también, se puede hacer de la solidaridad un discurso, una fachada, una máscara detrás de la cual se oculta un interés egoísta, individualistas, demagógicos y oportunistas; lo que se traduce en nuestro contexto macondiano en politiquerías. Todo esto es posible; pero se necesita tocar fondo como sociedad para que la solidaridad emerja. Tendríamos que padecer desastres naturales para que la solidaridad se exprese con los brazos abierto; por ellos, se requiere ser un verdadero cristiano para poder ser solidario. De acuerdo con esto, se necesita primero padecer una pandemia como la del COVID-19 para recurrir a la solidaridad. No sé qué más tendremos que seguir viviendo y padeciendo que permita despertar nuestro espíritu de solidaridad. Es posible que la historia se siga repitiendo con nuevos contextos y temporalidades, y continuemos siendo una humanidad cuyos miembros se destruyan y autodestruyan mutuamente; situación que podría ser por muchas razones, pero en particular, por no haber aprendido a convivir entre sí. El “coronavirus” ha desnudado toda la fragilidad y miseria que somos como humanidad, evidenciando de esta forma, que hemos construido un mundo insolidario entre nosotros como especie y las otras especies que hacen parte de esta casa común llamada planeta Tierra.

Sin solidaridad y ayuda mutua, no es posible ganarle a la adversidad, para ello, no es necesario tocar fondo; se requiere hacer de la solidaridad una condición humana que se exprese de manera natural, que permee todas las instituciones sociales que constituyen una sociedad compleja.

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*Rector de Unicor

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