Opinión

¿DIOS EXISTE?

Por Mariangela del Rosario Mercado

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A propósito de la semana mayor y de haber leído no uno sino muchos memes que hacen burla de las creencias relacionadas con estos días y a pesar de no caracterizarme por ser la más religiosa, hoy voy a dejar a un lado los temas sobre emprendimiento para hablar un poco del Dios en el que creo, con todo respeto y amor hacia aquellos que difieran de mi opinión.

Cuando era niña mi padre nos obligaba a ir a misa disciplinadamente todos los domingos, no había poder humano, resfriado o pataleta que pudiera impedir que mis hermanos y yo llegáramos puntualitos, bien vestidos y pulcramente peinados a la puerta de la catedral San Jerónimo a escuchar la misa junto a él y a mi madre. Después de misa, nos invitaba a comer fritos en el tradicional “Palacio del Colesterol” o, si la cosa estaba buena económicamente, nos llevaba al restaurante “Montería Real”. Si había carro, llegábamos hasta Cereté a tomar jugos en un kiosquito que creo que se llamaba:“Condorito” o, por lo menos, tenía un condorito bien grande pintado en la fachada. Así las cosas, los rituales tortuosos del domingo eran en realidad un auténtico esfuerzo por llenarnos de familia y dejar una huella en nuestra vida espiritual, un aperitivo, una inquietud por la que más adelante nos decidiéramos a buscar a Dios por nuestra cuenta. En ese momento no lo entendíamos, hoy, todos extrañamos profundamente aquellos domingos de forcejeo, misa y comilona.

Mi papá se vivía la semana mayor de punta a punta, llegaba con su ramito en la mano desde el domingo y se recorría todas las iglesias en medio de una cerveza y otra en cualquier tienda y a pesar de esta particular forma de practicar su espiritualidad no he conocido un pastor o un sacerdote que me haya hecho creer con mayor firmeza que mi padre en la existencia de Jesús y el dolor que sufrió en la cruz antes de morir. Muchos de sus poemas son dedicados al Cristo en el que creyó hasta su último suspiro.

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No ha sido fácil para mí aprender a creer, pues mi existencia desde muy niña ha estado marcada por duras pruebas. Fui abusada cuando apenas tenía unos 5 años de edad y mi familia lo supo cuando ya era toda una mujer de 20, así es que he luchado toda mi vida con los daños colaterales que deja el abuso infantil en el cuerpo, el alma y en la vida de una mujer y cada vez que intentaba acercarme a Dios, una horrible voz interior me decía: “Si Dios existiera, no te hubiera pasado eso”. Hoy, después de otras tantas pruebas más,  tengo claro que el dolor es una de las formas que Dios usa para que demos testimonio de su amor infinito. “Si no existiera, no lo habría superado”.  Es por la herida que entra la luz.

Dios existe y sana todo lo que inevitablemente debemos ver o vivir en nuestro fugaz paso por la tierra. Dios es real y se hizo carne a través de Jesús, una verdad que ha resistido los embates del mundo durante 2024 años. Dios existe y yo personalmente, lo he sentido, no “llevándome en sus brazos” como dicen algunos, sino más bien “arrastrándome con ellos hacia arriba justo cuando estoy a punto de caer”. Dios es real y en ocasiones usa el dolor, la imperfección y los errores para que crucemos el umbral de lo temporal y podamos hablarles a otros de su existencia.  Gracias papá por los fritos, las salidas en familia y por sembrar en mi corazón la semilla de la fe.

“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

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