Opinión

¡Más gasolina para la hoguera!

Por: Marcos Daniel Pineda

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El pasado miércoles, en el marco de las marchas convocadas por las centrales obreras en apoyo a las reformas a la salud, pensional y laboral que propone el Gobierno nacional, el presidente Gustavo Petro pronunció un discurso disruptivo, incendiario, retador y sobre todo, inoportuno.

Después de una agitada semana de escándalos y cuestionamientos, lejos de generar un clima de tranquilidad e invitar al diálogo para construir consensos, que es lo que esperaríamos del jefe de Estado, optó por atrincherarse en una esquina radical, dividiendo más al país, censurando a los medios de comunicación, a las altas cortes y al Fiscal General de la Nación y como si fuera poco, lanzando un ultimátum a sus propios ministros. Lo que considero más lamentable de todo este desafortunado discurso, es la acusación al Congreso de la República de no querer aprobar las reformas propuestas por el Ejecutivo, restándole importancia al debate legislativo, que en su naturaleza es el fundamento de la democracia participativa en cualquier nación.

Con sus palabras se acentuó la gran polarización que padece Colombia, alimentada por un constante enfrentamiento ideológico. Este escenario, que además se ve permanentemente exacerbado por la actividad en redes sociales de los activistas digitales de todos los sectores políticos y apolíticos, ha creado un ambiente propicio para la intolerancia, difamación e incluso estigmatización.

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Señor Presidente, ¡no le eche más gasolina a la hoguera! Usted tiene que ser el primer bombero que haga esfuerzos para apagar este incendio. Evidentemente, estamos atravesando por una seria crisis política y lo que menos necesitamos ahora, es que quienes dirigen el país sean precisamente los que instiguen a los ciudadanos a tomar posiciones extremas. No necesitamos más polarización, sino un gobierno que se dedique a trabajar con hechos y resultados para las regiones de Colombia, desde donde se escucha el clamor por soluciones a los problemas que enfrenta el país.

Llevamos diez meses de gobierno, en los que el epicentro ha sido el debate político y no la gestión. Nos hemos concentrado en dirimir discusiones ideológicas, desplazando el objetivo más importante para el cual se elige un gobierno: ejecutar acciones que ayuden a transformar entornos sociales y mejoren la vida de la gente. Prueba de ello, es que está por terminar el primer semestre del año y el porcentaje de ejecución del presupuesto nacional no supera el 10%.

Las reformas son necesarias y oportunas, nadie ha dicho lo contrario. Sabemos que el sistema de salud tiene que mejorar y que es urgente actualizar la normatividad laboral y pensional, pero todo proyecto de reforma debe someterse al debate, estar abierto al diálogo y pasar por un proceso de concertación, de manera que se apruebe un texto que no obedezca a un solo criterio político o un capricho ideológico, sino que recoja las posiciones de todos los actores representados democráticamente en el Congreso de la República. Entre todos podemos construir unas reformas justas, útiles y equilibradas, que estén sintonizadas con el sentir de los colombianos.

Si algo nos ha demostrado la historia de este país, es que debemos dialogar más. La crisis no se solucionará incitando a la gente a salir a las calles cada vez que el Gobierno nacional sea cuestionado, tampoco usando el poder como escudo para no tener que discutir las decisiones. Todavía estamos en democracia, todavía tenemos voz, las opiniones de todos cuentan y merecen ser escuchadas; de los acontecimientos del futuro cercano depende que siga siendo así.

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