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“Prefiero ir a la librería, escuchar recomendaciones e historias” : Alberto Linero

En algunas prácticas y rutinas que tengo, me doy cuenta de que la tecnología no me ha cambiado completamente. Por ejemplo, sigo leyendo libros físicos porque me gusta tocarlos, sentir su olor y poder escribir mis anotaciones en ellos. Entiendo las ventajas del Kindle, pero sigo con la vieja costumbre. Asimismo, prefiero ir a la librería y comprarlos mientras converso con el librero y escucho sus recomendaciones e historias. No sé si soy uno de esos seres que va quedando obsoleto, pero creo que algunas acciones no están marcadas simplemente por la comodidad, sino por el sentido que las relaciones nos permiten tener.

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Ayer, cuando leí sobre el sensible fallecimiento del librero Felipe Ossa, a quien vi varias veces en la Librería Nacional hace tiempo y conocí a través de su libro “Leer para vivir”, volví a preguntarme: ¿para qué sirve un librero? Recordé la respuesta que dio el librero Juan H. Ramírez en un artículo de El Espectador:

“La pregunta puede que en apariencia conlleve una respuesta que no favorece tanto: un librero sirve para vender libros. Si esto ya lo hacen los algoritmos, ¿entonces para qué existimos nosotros? Es cierto que el cometido final es la venta, pero en su esencia, el mérito de un librero radica en el camino preliminar: el cultivo de lectores, el acompañamiento, las recomendaciones, el descubrimiento, los conversatorios, la palabra, la seducción con la curaduría de los libros, el espacio, el café, el aroma, el criterio y las experiencias que se cuentan detrás de lo visible. Puede que sea lo mismo un libro que se compra por Amazon a uno que se compre en una librería independiente y, aun así, el libro también cuenta la historia del lugar donde se obtuvo”.

Mientras nos interese más la conversación, el encuentro físico, el sentirse reconocido por el otro y haya gusto por los libros, no creo que los libreros vayan a desaparecer. Al fin y al cabo, no tenemos por qué ceder completamente a la transformación que la tecnología impone. Aunque aceptamos algunos cambios, también sabemos negarnos a aquellos que comprometen nuestra identidad.

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