Opinión

Necesitamos una generación inaugural

Por Jairo Torres Oviedo

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Con el inicio de los nuevos gobiernos territoriales; es necesario insistir y colocar de presente la reflexión sobre la responsabilidad del liderazgo políticos y cómo inciden en las transformación y bienestar social. Para ello, retomamos el análisis realizado por el maestro Boaventura de Sousa Santos. Uno de los sociólogos más importantes de nuestro tiempo. Abordando una de las tesis expuestas por el profesor Boaventura acerca del peso de la historia, pertinente para el análisis en la realidad nacional.

El peso de la historia es variable, hay períodos en los que la historia es pesada y en otros liviana. Los períodos pesados generan desalientos, resignación; al parecer, no podemos cambiar, no existen alternativas ni fuerzas que generen opciones. Las generaciones que viven en épocas donde la historia pesa poco, relativamente liviana; en ellas es más fácil pensar alternativas de un futuro posible.

Las generaciones que viven en períodos de historia liviana se denominan inaugurales; pero, cuando la historia es pesada, son generaciones huérfanas. Un ejemplo de generación inaugural fue Córdoba en Argentina, que, con ideales y utopías sociales colectivas creó el Manifiesto de Córdoba como proyecto emancipatorio y de cambio social. Ante estos tipos de generaciones podríamos preguntarnos: ¿Somos en Colombia una generación inaugural o huérfana? Lo anterior, para hacer referencia a la generación que emerge a partir de los años 90; no solo en Colombia, sino a nivel global; una época de cierre, definida por Fukuyama como el fin de la historia, fin que significa cierre de una época; repetición. Un mundo sin posibilidades, un mundo sin futuro; lo que generó un período de la historia huérfano en comparación con las épocas anteriores.

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Para comprender lo anterior, basta revisar la historia colombiana y reflexionar, cómo la generación que antecedió a la década de los 90 se caracterizó por su ímpetu y liderazgo utópico para transformar; claro está, fue una época de amplia y masiva politización ideológica tendiente a materializar determinado modelo de sociedad que no fue posible; pero, condujo a toda una generación a una especie de exterminio; en unos casos planificado y en otros, como mártires.

Cuando pensamos en lo que fue esa generación inaugural que vivenció Colombia y que las fuerzas oscurantistas y retardatarias de siempre impidieron su ejercicio, su capacidad intelectual y moral como opción transformadora y de cambio; podemos decir que, impidió desde la violencia y la guerra una generación inaugural, entusiasta y utópica que pudiera desplegar su potencial creativo e innovador; posiblemente, nuestro presente fuera distinto.

En estos momentos, donde la historia es muy pesada y nuestra generación está huérfana de cambios, sin alternativas y fuerzas que la impulsen por un camino distinto al pesimismo, a la narrativa del miedo, la desinformación y el desencanto; sobre todo, en estos momentos de polarización, satanización ideológica y mesianismos redentores.

De estos nuevos liderazgos territoriales debe emerger una generación inaugural, que con ímpetu, visión y entrega dignifique el ejercicio de la política y la coloque al servicio de la vida. Necesitamos una generación inaugural.

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