Opinión

Remberto Burgos de la Espriella, “El caballero de la medicina”

Por Julio Manzur Abdala

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Murió Remberto Burgos, el ilustre médico y extraordinario ser humano, en las horas de la madrugada de hoy un aneurisma mortal en el estómago no le dio más tiempo de espera y entre los brazos de los miembros de su familia se nos fue para siempre un hombre que hizo magia continuada en su difícil profesión.

Nos abrazaba a todos sus pacientes con la alegría que le era natural, con aquella amabilidad que trascendió los niveles de la normalidad, su vida fue la medicina de día y de noche y su familia a quienes amaba con la fuerza de los músculos de su corazón. Su misión: derrotar la muerte a costa de su sacrificio personal, de su esfuerzo sobre humano y su férrea disciplina, pero sobre todo lo anterior, con la enorme sabiduría que Dios le transfirió.

De algo estoy plenamente convencido: “Sin excepción todos los que lo conocimos, podríamos al unísono expresar con convicción que “Rembe” era y fue durante toda su productiva vida “El caballero de la medicina”, el héroe que miraban con eterno agradecimiento las familias de aquellos pacientes que llegaban a sus manos mágicas y a sus ojos clínicos asediados por la muerte y como por abracadabra regresaban resucitados al seno familiar. Si era el señor presidente o el gran general de la patria o bien un agente viajero o aquel vaquero de profesión, su espíritu sanador lo recibía y atendía con idéntica pasión y esmero; para el ilustre doctor Burgos de la Espriella, su bisturí funcionaba con la fortaleza de su noble alma y la grandeza de su corazón y su fin, era regresar a la vida a sus pacientes, pacientes que llegaban a él con la esperanza brillando en sus rostros débiles y amparados por la fe en el genial médico.

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Lo que pocos saben de su vida mortal, era que primero en su lista de amores era su familia, adoraba y admiraba a sus padres, amaba con intensidad a María Stella, su maravillosa compañera de vida, quién como una santa mujer, aceptaba con gracia la misión de su Rembe, amaba a sus hijos con devoción inmensa, a sus hermanos los consentía y protegía, siempre fue para ellos su norte.
Después de derramar todos esos amores en abundancia, aún le quedaba fuerza por su otra pasión terrenal: el amor por sus fincas y en especial su ganadería, no sé como le alcanzaba la vida para entregarse a tantas cosas con auténtica devoción y pasión. En silencio lo admiraba y en su lamentable y dolorosa ausencia, lo seguiré admirando, era y será para muchos ejemplo de humildad, palabra reconfortante, amigo formidable con tiempo extendido, sonrisa que construía tranquilidad y un ser humano modelo de paciencia y espíritu enorme.

Sabía de política como pocos, dedicaba largos espacios a su sana discusión, lo llevaba en su sangre, pero nunca calló en la tentación que algunos le brindábamos (se rehusó con firmeza a ser candidato a Gobernador y quien sabe a cuantas ofertas políticas), por creer en su honestidad, dedicación, conocimientos de calidad y su demostrada austeridad.

En verdad, les digo que lamento su muerte como si hubiera sido sangre de mi sangre y con Córdoba y Colombia puedo afirmar con fe, que se ha ido el ruiseñor de la medicina y que esas las lágrimas que veremos derramar por sus familiares y amigos serán las del supremo dolor. Adiós amigo, adiós… me quedó pendiente otra consulta, porque ya el Señor te esperaba en su Gloria, te invitó a partir cuando no lo esperábamos y del cielo abrió sus puertas para ti. Abrazos.

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