Opinión

Responsabilidad compartida: Clave para un futuro alimentario seguro

Por Carlos Ordosgoitia Sanin

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En un mundo globalizado donde los mercados están interconectados y la demanda de alimentos es más alta que nunca, asegurar la calidad alimentaria se ha convertido en pilar fundamental para el bienestar de nuestra sociedad. Sin el derecho a la alimentación y a la seguridad alimentaria, no puede asegurarse la vida, la dignidad humana, ni el disfrute de otros derechos humanos.

El derecho a la alimentación adecuada debe concebirse como un derecho inalienable dispuesto a atender tanto la disponibilidad de alimentos en cantidad y calidad suficientes para satisfacer las necesidades alimentarias de los individuos de una forma sostenible, sin sustancias nocivas y aceptables para una cultura determinada, respetando su identidad.

La producción de alimentos no es únicamente un proceso industrial, sino que involucra además factores determinantes del medio ambiente, entornos y estilos de vida, situaciones nutricionales de la población y acceso a los servicios de salud, agua potable y saneamiento básico.

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Una primera línea de defensa esencial es nuestra producción primaria, que comienza con el uso de semillas certificadas y el cultivo en suelos adecuados. Estos son los fundamentos para obtener productos saludables y nutritivos. A esto se suma el uso controlado de fertilizantes y pesticidas, prácticas que deben ser minuciosamente gestionadas para evitar residuos perjudiciales que puedan afectar no solo a los consumidores, sino al propio entorno en que vivimos.

El manejo del agua de riego también forma una parte crucial de esta ecuación. El acceso a agua limpia y su uso controlado es indispensable no solo para el crecimiento de plantas sanas, sino también para prevenir la introducción de agentes patógenos que podrían poner en riesgo toda la cadena alimentaria.

Tras la cosecha, el enfoque cambia hacia la conservación de lo logrado. La manipulación de los alimentos debe ser realizada con un nivel higiénico riguroso. El almacenamiento adecuado es esencial para evitar la contaminación y el control de plagas, lo que a su vez garantiza que los cultivos no sufran pérdidas innecesarias.

Los procesos de transporte deben asegurar que los alimentos se mantengan bajo condiciones óptimas de temperatura y preservación, permitiendo que lleguen frescos y seguros a su destino final. La correcta transformación y empaquetado de los productos son etapas igualmente críticas para prevenir cualquier tipo de degradación o contaminación.

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En estos procesos, la regulación y el control de calidad no pueden pasarse por alto. El cumplimiento de normativas internacionales como las de la OMS y FAO, así como regulaciones nacionales, debe ser una prioridad. A través de inspecciones regulares y pruebas de calidad, podemos identificar y mitigar cualquier posible riesgo de contaminantes biológicos, químicos o físicos.

Otra capa esencial es la educación del consumidor. Enseñar a las personas cómo manipular y cocinar correctamente sus alimentos garantiza que estos esfuerzos a lo largo de la cadena de suministro no se desperdicien. Además, estas prácticas educativas pueden ayudar significativamente a reducir el desperdicio de alimentos, promoviendo el almacenamiento doméstico correcto y fomentando hábitos más sostenibles.

Para asegurar un futuro alimentario seguro y sostenible, es fundamental reconocer la importancia de la seguridad en los territorios rurales, permitiendo a los agricultores trabajar sin temor a conflictos o desplazamientos. Asimismo, la educación continua proporciona a estos trabajadores las herramientas necesarias para innovar y adoptar prácticas agrícolas sostenibles.

Además la salud, apoyada por servicios de telemedicina, garantiza que los campesinos tengan acceso a los cuidados médicos necesarios sin tener que desplazarse grandes distancias, lo cual es vital para su bienestar y su capacidad de trabajo. Estas medidas no solo mejoran su calidad de vida, sino que también fortalecen toda la cadena alimentaria, asegurando que los alimentos lleguen a nuestras mesas de manera segura y eficiente.

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En última instancia, todos los actores dentro de esta compleja red, desde agricultores hasta consumidores, debemos trabajar en un espíritu de colaboración y responsabilidad compartida. Al adoptar un enfoque integrado y consciente, podemos garantizar que las generaciones futuras disfruten de un suministro constante de alimentos seguros y nutritivos.

Con esfuerzos conjuntos y un compromiso renovado hacia la seguridad alimentaria, podemos aspirar a un futuro en el que cada comida es motivo de celebración y donde la alimentación segura se convierte en un derecho universal, beneficiando a todos los rincones de nuestro país.

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