El diálogo y la educación como bandera

Por: Efraín Sánchez
Si tú (líder, cabecilla, jefe, caudillo, dirigente, o cualquier sinónimo que exprese liderazgo) te sientes identificado con estas líneas sin sentido, recuerda que la empatía y la habilidad social no pueden desprenderse de ti. Métete en la cabeza que nada importante se puede hacer en soledad o en ausencia de ideas.
Hace casi dos años, empezaba todo este camino en la política junto a mi hermano, Pipe. Decidimos aferrarnos a dos palabras, que siendo elementales, se convirtieron en el centro de todos nuestros pensamientos y decisiones: diálogo y educación.
Desde entonces, se ha comprendido que el verdadero sentido de luchar por nuestra tierra, y por los jóvenes, solo está fundamentado en la racionalidad que proporciona el diálogo. Esto, con ideas y no con gritos, ni mucho menos con insultos. Esta vaina es con los pies en la tierra; no con ideas que rayan los límites de lo absurdo.
Al pensar en estas dos palabras solo puedo ver la paradoja del amor frente a mí. Esta última se basa en tratar ser uno, siendo y sintiendo el sufrimiento de cada joven que no ha recibido el apoyo que tanto necesitó. Es por esto por lo que ser líder, jamás encontrará razón en la poca preparación.
Ser joven, creerse líder y anunciar una amplia representación no encuentra sentido en la estigmatización, mucho menos en la altivez y tampoco en las ofensas. Hoy hay jóvenes que presentan como único sentido de progreso el que ellos profesan.
Muchos creen ser el cambio, hablan de transformación, incluso se creen sus propias mentiras, y dicen ser los voceros de aquellos que no recuerdan sus nombres. Y al final del día, siendo jóvenes, terminamos en el mismo juego de los que he decidido llamar viejos. Donde el mejor argumento es la destrucción y la emotividad encuentra razón en odios inventados.
El bullicio, los mensajes impulsivos y la irracionalidad de las críticas destructivas solo son sinónimos de pobreza mental. Así como de falta de amor y compromiso por la tierra que nos vio crecer. Nuestro departamento se cambia con ideas sólidas, ideas concretas, no con el sin sentido característico de aquellos jóvenes que han decidido pensar con el hígado.
Esta vaina se cambia con el diálogo y la educación, no con impulsos.