Opinión

Transitar hacia una economía del conocimiento

Por : Jairo Miguel Torres Oviedo

Publicidad

Recientemente, hacíamos referencia acerca de la inversión del 0,24% del PIB, en ciencia, tecnología e innovación – CTI, que tiene Colombia; bastante irrisoria en relación con el número de países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico – Ocde. Aumentar la inversión en CTI, incrementaría la riqueza de las naciones; así como su PIB per cápita. Lo anterior, es una característica de las economías industrializadas. Contrario a ello, en América Latina, y en particular, Colombia; el desarrollo de políticas en CTI ha sido tardío, y no obedece en principio, a iniciativas propias de los países de la región; son el resultado de extender la mirada hacia Estados Unidos y Europa, como referentes. En este sentido, es importante enfatizar las políticas públicas que generen las condiciones para el desarrollo científico y tecnológico, de esta forma, transitar y avanzar hacia una economía del conocimiento que permita, por medio del avance científico y tecnológico alcanzar altos niveles de crecimiento económico, desarrollo y bienestar social.

Revisemos algunos modelos y referentes internacionales de sociedades que hicieron de la economía del conocimiento, otra manera de pensar y concebir novedosas estrategias para generar desarrollo económico; países que constituyen los llamados “Tigres asiáticos”, tales como: Singapur, Corea, Taiwán, Japón; además, China y Corea del Sur; entre muchos más. Hace 50 años, estaban en condiciones difíciles como naciones. ¿Qué hicieron para lograr niveles de desarrollo tecnológico, económico y bienestar social? Entendieron que la teoría desarrollista sobre la tenencia de recursos naturales y posición estratégica no era suficiente y los excluía. Por consiguiente, sus gobiernos implementaron una apuesta visionaria, prospectiva y sostenible, centrada en el conocimiento, e invirtieron gran parte de su PIB en ciencia, tecnología, innovación y formación de capital humano; es decir, formaron académica y científicamente a su juventud. Construyendo un presente de adelantos científicos, desarrollo económico y bienestar colectivo. Se convirtieron en referentes de la economía del conocimiento. Estos logros en materia de desarrollo económico han sido alcanzados sin poseer en sus territorios abundancia de recursos naturales; en cambio, se convirtieron en grandes productores de conocimiento que se materializa en creación de tecnologías e innovación científica.

En este contexto, Colombia tiene mucho que aprender; dado que, se debe estructurar una agenda pública y estratégica para construir una política de Estado que defina la hoja de ruta en materia de ciencia, tecnología e innovación; asimismo, incrementar los recursos financieros para el logro de lo anteriormente dicho. Para ser competitivos, no es suficiente legislar y construir normas; es necesario invertir en ciencia, tecnología e innovación; que genere conocimiento científico para hacer competitivo los sectores estratégicos del país. Persistir en lo mismo de siempre, es continuar creando normas descontextualizadas de las prioridades del país; por ejemplo, el decreto 1651 de 2019, que creó el Sistema Nacional de Competitividad e Innovación SNCI, basado solo en la industria y producción, excluyendo las universidades responsables del 95% de la investigación científica en Colombia; igualmente, el proyecto de ley 132/2024C que pretende otorgar el manejo a los departamentos y municipios del 98% de los recursos del sistema general de regalías; desconociendo los focos priorizados por la Misión de Sabios.

Publicidad

Lo anterior, reafirma la miopía del país político, que, persistentemente, desconoce el liderazgo transformador de la ciencia para el desarrollo científico y tecnológico del país.

¿Le resultó útil este artículo?
Lee también:
Publicidad