Opinión

No le hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a ti

Por Ricardo Madera

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¡Yo he comido huevo de iguana! Lamento iniciar con una confesión negativa, pero esta relación debe ser sincera y sí, en algún momento de mi vida lo hice, e incluso, probé otras especies que no debía.

Por eso, más que un acto de contrición y una purga de la culpa por ese pecado, es una invitación como de costumbre a hacer un acto de reflexión.

En un recorrido por las carreteras del Caribe colombiano es habitual encontrar personas comercializando huevos de iguana, e incluso el tráfico con fauna silvestre. En los últimos años, hemos sido testigos de como estas especies en los municipios del departamento de Córdoba, son presa de la venta y el maltrato.

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Es alarmante ver cómo especies como la hicotea, en peligro de extinción, está siendo cazada y vendida como parte de una “tradición”, especialmente en época de Semana Santa.

La venta de huevos de iguana es una práctica despiadada que no solo afecta a la especie en sí, sino que también pone en riesgo la continuidad de su existencia en nuestro territorio. La extracción de los huevos implica la muerte de la madre y la privación de vida a cientos de crías que nunca tendrán la oportunidad de experimentar la libertad en su hábitat natural. Además, la quema de humedales y zonas verdes para cazar estas especies solo agrava la situación, puesto que no solo se está afectando a la fauna, sino también a la flora y los ecosistemas en general.

De hecho, según las autoridades, en 2022 fueron incautados 12.404 individuos de fauna en todo el territorio nacional, una cifra que plantea la realidad y que no debe ser mirada como un dato más, sino que tiene que ser incluida como una problemática medio-ambiental y que debe ser atacada con operativos, sanciones y políticas dirigidas a las comunidades que se dedican a esta venta ilegal, con el fin de que encuentren otra forma de obtener recursos para su sustento.

La destrucción de estos espacios naturales no solo impacta a los animales que habitan en ellos, sino que también repercute en la calidad del aire que respiramos y en la estabilidad del medio ambiente.

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Es urgente que las autoridades tomen medidas efectivas para frenar esta situación y proteger a nuestras especies silvestres. Incidencias defensoriales han permitido algunos avances en sectores ampliamente conocidos en municipios como Buenavista donde el tráfico de fauna silvestre se da abiertamente.

Es responsabilidad de todos velar por la conservación de la biodiversidad de nuestro país y no permitir que la avaricia y la ignorancia sigan acabando con nuestras riquezas naturales.

Ya lo han dicho en ocasiones pasadas algunas campañas, “esta Semana Santa que el viacrucis no lo vivan nuestras especies”. Hagamos un llamado a la conciencia y reflexionemos sobre el impacto que nuestras acciones tienen en el ecosistema. Debemos actuar de manera responsable y respetuosa con la naturaleza, para asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras y para todas las especies que habitan en nuestro entorno.

No permitamos que la codicia y la destrucción sigan siendo las protagonistas de nuestra realidad. Es momento de actuar, de proteger y de conservar. El presente y futuro de nuestras especies silvestres está en nuestras manos. ¡Actuemos ya!

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