Una Defensoría jugada por la paz
Por : CARLOS CAMARGO ASSIS
Defensor del Pueblo
La Defensoría del Pueblo cumple 30 años de trabajo con una apuesta clara por alcanzar la paz, y hoy más que nunca reafirma ese compromiso, de cara a los procesos de diálogo que viene impulsando el Gobierno Nacional.
Norberto Bobbio, filósofo italiano, dice que una Constitución es ante todo un acuerdo de paz. Así pasó, para el caso de Colombia, con la Constitución de 1991, que plasmaba el resultado de los acuerdos con las guerrillas que se desmovilizaron a finales de los años ochenta; también, claramente, es una carta que reconoce la pluralidad para lograr un consenso pacífico y armónico, pues se propuso como objetivo conseguir y mantener la paz a través de una estructura y unos principios que la han convertido en una de las constituciones que se toman como ejemplo a lo largo del continente.
Justamente con esa carta magna, que tiene al Estado social de derecho y la paz como su eje definitorio más importante, fue instaurada en Colombia la Defensoría del Pueblo, una institución de vigilancia del poder público para velar por la protección, defensa, promoción, divulgación y ejercicio de los derechos humanos, aspectos que son un pilar para la construcción y el fortalecimiento de escenarios de reconciliación y paz.
Podemos decir, entonces, que el surgimiento de la Defensoría del Pueblo está arraigado en la edificación del derecho fundamental y colectivo de la paz; de ahí el compromiso que siempre ha tenido esta institución con ella y que hoy, en esta administración, refrendamos como un objetivo fundamental de país.
En Colombia la figura del defensor del Pueblo solo tiene sentido desde la búsqueda de la paz. No solo porque la paz ha sido entendida como la condición esencial para que cada ser humano en el territorio pueda ejercer efectivamente sus derechos fundamentales, sino porque la Defensoría del Pueblo lleva consigo a todos los territorios la prevención de la conflictividad y la promoción de los derechos.
Esa es la tarea que día a día desarrollan cada uno de los funcionarios de la Defensoría, buscando, además de terminar con los conflictos violentos, generar y articular con otras entidades las condiciones para que las comunidades puedan vivir armónicamente.
Por supuesto, para esta institución nacional de derechos humanos, la paz solo puede entenderse en clave de enfoque diferencial y territorial, lo que significa entender las diferencias y dinámicas de la violencia y ser enfáticos en señalar que es a las víctimas a quienes se les debe dar el protagonismo a la hora de establecer condiciones de justicia y mecanismos de reparación.
La historia latinoamericana ha dejado muy en claro que las autoamnistías y los acuerdos a espaldas de la ciudadanía generan únicamente ciclos de violencia latente. La paz requiere el compromiso e, insisto, el trabajo armónico y decidido de todas las instituciones del Estado, pero sobre todo de la ciudadanía, y eso es posible cuando cada persona en el territorio tenga la convicción de que se está trabajando por un fin legítimo con una herramienta justa.
En ese sentido, la misión de la Defensoría del Pueblo es trabajar en los territorios junto con las comunidades más vulnerables. Esto es indispensable para entender el conflicto y para generar la difusión de las políticas de paz, con el fin de hacer partícipes a todas las comunidades.
Desde la Defensoría del Pueblo apoyamos todas las iniciativas que busquen ese propósito superior de alcanzar la paz. Por ello nos hemos comprometido para trabajar en línea con el Gobierno Nacional en pos de ese gran propósito, haciendo el acompañamiento que se requiera a los procesos de diálogo y el seguimiento a los acuerdos. Seguiremos trabajando comprometidos con nuestra Constitución y con los derechos de cada persona. Lo seguiremos haciendo desde el territorio, colaborando armónicamente a partir de nuestros conocimientos y nuestra experiencia para poner toda nuestra capacidad al servicio del fin más importante que hoy perseguimos como Nación: la paz.